Las enfermedades cardiometabólicas afectan tanto al corazón como al hígado. Esto genera un punto de encuentro entre cardiólogos y hepatólogos. Nuevos estudios explican el funcionamiento de ciertos mecanismos patogénicos en pacientes que presentan alguna enfermedad cardiometabólica. El hígado es el centro de varios trastornos metabólicos, con cambios histopatológicos como la enfermedad hepática grasa no alcohólica (NAFLD), la esteatohepatitis (NASH) o la cirrosis. Todos asociados con diversas enfermedades cardiovasculares.

Nuevas investigaciones demuestran que varios medicamentos, inicialmente diseñados para tratar trastornos cardíacos o metabólicos específicos, tienen efectos pleiotrópicos en el hígado y el corazón. Esto ofrece una nueva perspectiva en el desarrollo de medicamentos. Se cree que en el futuro los medicamentos se centrarán en abordar mecanismos patogenéticos comunes en pacientes con múltiples comorbilidades. La revisión destaca los medicamentos con un perfil cardiometabólico favorable y discute su potencial para fomentar el apoyo entre cardiólogos y hepatólogos.

Debido a que estas enfermedades necesitan supervisión de ambas especialidades, se recomienda un trabajo conjunto donde los cardiólogos puedan ofrecer a los hepatólogos tratamientos como las estatinas y el ácido bempedoico, que han mostrado efectos beneficiosos en la salud hepática. Las estatinas, aunque no reducen directamente la grasa hepática, pueden disminuir el riesgo unido a la enfermedad hepática asociada al depósito de grasa (MASLD) a través de sus efectos antiinflamatorios y antioxidantes. Los ensayos clínicos han demostrado que tanto las estatinas como el ácido bempedoico mejoran la fibrosis y reducen los niveles de colesterol LDL que genera la disminución de la fibrosis hepática.

Los inhibidores de la cotransporte de sodio-glucosa 2 (SGLT2i) y los agonistas del receptor del péptido-1 similar al glucagón (GLP-1RA) también ofrecen beneficios tanto para el corazón como para el hígado. Los SGLT2i, además de mejorar la glucemia en pacientes con diabetes tipo 2, han demostrado mejorar los parámetros de función hepática y los resultados metabólicos en pacientes con MASLD. Por otro lado, el semaglutide, un GLP-1RA, ha mostrado efectos beneficiosos en la disminución de la inflamación hepática y ayuda a mejorar los niveles de lípidos y glucosa en sangre, aunque su impacto en la fibrosis hepática no es clara.

Por su parte, los hepatólogos pueden contribuir al cuidado cardiaco con tratamientos como la vitamina E y los ligandos de los receptores activados por proliferadores de peroxisomas (PPAR). La vitamina E ha mostrado ser efectiva en la resolución de NASH y la mejora de los marcadores inflamatorios hepáticos. En cuanto a los ligandos de PPAR, han mostrado beneficios en la histología de NASH y en la mejora de la inflamación y la resistencia a la insulina, aunque su uso se ha visto limitado por efectos secundarios como el aumento de peso y la retención de líquidos.

Finalmente, el desarrollo de nuevas terapias específicas para MASLD también tiene implicaciones en cardiología. Aunque actualmente no existe un fármaco aprobado específicamente para tratar MASLD, existen compuestos en desarrollo como el resmetirom, el lanifibranor y los inhibidores de FGF21 que están mostrando resultados prometedores en ensayos clínicos. Se deben priorizar medicamentos con beneficios cardiovasculares adicionales, ya que las estas enfermedades son la principal causa de mortalidad en la población con MASLD. La colaboración interdisciplinaria en el tratamiento de enfermedades cardiometabólicas podría mejorar significativamente los resultados para los pacientes afectados.

Si desea saber más, consulte: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0021915024000832