Distanciadas a priori, la infección por VIH y la hipertensión podrían ser dos enfermedades más cercanas de lo que en principio se podría pensar. Las dos son la causa de un elevado número de muertes, las dos son asintomáticas, fácilmente detectables y, gracias a la disposición de fármacos para ambas, patologías crónicas controlables con la medicación. Sin embargo, su vinculación con costumbres occidentales ha ocultado, hasta ahora, que la tensión arterial elevada es un problema global, no sólo de países ricos. Un estudio, con datos de unas 35.000 personas de diferentes países, constata que la incidencia es tal que, si no se hace nada, puede convertirse en una lacra mundial en las próximas décadas.
Los números lo dicen todo: el 77,9% de la población de Sudáfrica de 50 o más años es hipertensa, es decir, tiene una tensión mayor de 140/90 mmHG, al igual que el 71,7% de la de Rusia, el 59,5% de China, el 58,2% de México, el 57,1% de Gana y el 32,3% de la India. A estas cifras han llegado investigadores de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) tras analizar los datos del estudio Salud Adulta y Envejecimiento Global de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el que se tuvieron en cuenta las cifras de tensión arterial y las respuestas ofrecidas sobre este tema de 35.125 personas de los mencionados países.
En España, las cifras, aunque menores, no son mucho más halagüeñas. «La prevalencia de hipertensión en una población adulta (mayor de 35 años) es del 35%. Pero cuando hablamos de personas mayores de 65 años, el porcentaje alcanza al 68%, es decir, en torno a dos tercios de la población de esa edad tiene tensión arterial alta», explica Enrique Galve, presidente de la Sección de Riesgo Cardiovascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
El sobrepeso y la obesidad, una alimentación inadecuada y el sedentarismo están detrás de esta realidad que, si hace unas décadas era reflejo del mundo occidental, ahora afecta a millones de personas en países con pocos o medianos recursos, tal y como constata el estudio. «Antes estas poblaciones comían poco y tenían que caminar mucho para encontrar comida. Esto ha cambiado en muchos países, sobre todo en entornos urbanos y semiurbanos, y la hipertensión está apareciendo porque va de la mano del sobrepeso, la dieta y la falta de actividad«, señala Galve.

Riesgos

La falta de conciencia de los riesgos que conlleva este trastorno y la ausencia de síntomas son clave para que o bien no se detecte a tiempo o no se pongan medidas preventivas para evitar su aparición. «No creo que los gobiernos estén haciendo lo suficiente para luchar contra la hipertensión. Las principales barreras para evitar esta enfermedad es la baja conciencia de la población y la falta de unas políticas adecuadas para evitar, por ejemplo, el exceso de sal en los alimentos procesados y otros factores», explica a EL MUNDO desde Sudáfrica, donde está presentando los resultados de este trabajo, Peter Lloyd-Sherlock, profesor de Medicina Tropical e Higiene de la London School y de la East Anglia y coautor de este trabajo publicado en la revista International Journal of Epidemiology.
En este sentido, un editorial recogido en la misma publicación compara la pandemia de VIH con la de hipertensión. «Entre el año 2000 y 2013, el número de muertes atribuibles a la impertensión aumentó de 7,6 a 9,4 millones. Las proyecciones indican que el número de fallecimientos por hipertensión en los próximos 20 años superarán sustancialmente a los originados por el VIH/sida […] Tanto la hipertensión como la infección por VIH son fácilmente diagnosticables, requieren un tratamiento de por vida y vigilancia. En sus inicios el VIH no fue asociado con países pobres, pero la percepción cambió rápidamente. El VIH se enfrentó con el rechazo político y confusión pública en los primeros años de la pandemia. Hay un patrón similar con la hipertensión», enumera Lloyd-Sherlock en el editorial.
Por otro lado, el estudio evidencia que además de una elevada incidencia, la hipertensión no se suele controlar bien o simplemente muchos pacientes no saben que la padecen. «Sólo el 8% de las personas con tensión arterial elevada tenía su problema bajo control», señala este trabajo. «En España el grado de control ha ido mejorando y hemos pasado de un buen manejo en el 40% de los casos en 1989 al 55% en 2009. Lo que significa que los médicos y los pacientes se han puesto las pilas, pero aún estamos lejos del control deseable», aclara el experto de la SEC.
Galve, en la misma línea del investigador británico, considera que la educación sanitaria es fundamental. «La persona que tiene la tensión alta debe ir al médico y seguir pautas de tratamiento, que además es muy barato. Porque como define la OMS, éste es el proceso médico más dañino evitable», afirma.
En cuanto a la prevención, apunta que lo mejor es llevar una vida activa y una dieta baja en sal y grasas, además de fomentar la comidas caseras. «La sal es el conservante número uno de la industria alimentaria, por lo que la gran mayoría de los alimentos procesados la incluirán. Además, por razones laborales o sociales tendemos a comer cada vez más fuera de casa y es normal que esos alimentos lleven más sal, porque sirve para potenciar su sabor. Aunque es cierto que la hipertensión es un problema global, la solución es personal, porque si uno evita esos hábitos (tomar alimentos sabrosos no deja de ser un hábito) y opta por una vida activa, podemos evitar un proceso que va muy relacionado con la edad y con el tipo de vida», concluye Galve.
Fuente: El Mundo