Después de pasar por un infarto, la reacción más frecuente es inquietarse pensando en el futuro y en si podremos disfrutar de él. Sin embargo, la expectativa de vida si se consiguen controlar los factores de riesgo cardiovascular es muy alta. Tan solo hay que ser consciente de que tendremos que cambiar nuestros hábitos de vida y ponernos manos a la obra para cuidar la salud cardiovascular.
Por eso, además de tomar la medicación que el cardiólogo haya prescrito, debemos evitar rutinas que perjudican al corazón, como la alimentación desequilibrada, el sedentarismo, fumar o el consumo de alcohol, ya que son responsables de varios de los factores de riesgo cardiovascular de más peso, como la hipertensión arterial, la diabetes, la obesidad o altos niveles de colesterol. De ahí que tengamos que poner especial atención en los siguientes aspectos:
– Dieta saludable. Lo que comemos influye directamente en nuestra salud cardiovascular. Por eso es fundamental seguir una alimentación sana y equilibrada en la que evitemos las grasas saturadas y trans así como la sal y el azúcar. La dieta mediterránea es una de las mejores opciones para combatir los factores de riesgo, por lo que es buena idea seguirla: las frutas, verduras y hortalizas, así como el pescado, los cereales integrales y las legumbres, figuran entre los productos que deberíamos consumir con más frecuencia, combinados con algunas porciones de carne magra a la plancha y aceite de oliva.
– Ejercicio. Aunque muchos pacientes tienen dudas acerca de si podrán realizar deporte o no después de pasar por un infarto, lo cierto es que el ejercicio está entre las principales recomendaciones de los cardiólogos. Eso sí: es importante evitar los deportes más competitivos y no sobrepasar nuestros niveles máximos de frecuencia cardiaca, además de consultar previamente con el especialista para saber si estamos en condiciones, lo que supone que ya tenemos una fuerza de bombeo normal y no hay arterias coronarias obstruidas. La recomendación más habitual es comenzar con media hora de ejercicio físico moderado diario y a partir de ahí, ir aumentando lo que podamos.
– Fuera estrés. No es fácil de controlar, pero en lo posible debemos evitar la ansiedad y el estrés porque influyen de forma negativa en la enfermedad cardiovascular. Aunque no ha sido hasta 2012 cuando el estrés ha aparecido como factor de riesgo cardiaco en la Guía Europea de prevención cardiovascular, desde la práctica médica se recomienda desde hace años prestar atención a este proceso que, si se instala de forma habitual en nuestra vida cotidiana, puede acabar afectando a nuestra salud. Procurar replantearse el día a día para tomarse la vida con más calma tendrá efectos positivos en nuestro corazón.
– Alejarse del tabaco y el alcohol. El alcohol, al menos en grandes cantidades o de alta graduación, está desaconsejado, al igual que el tabaco, ya que ambos tienen su repercusión en la salud cardiovascular, incrementando algunos de los factores de riesgo cardiaco Por eso se recomienda abandonar el tabaco en caso de que se sea fumador y evitar las bebidas alcohólicas.
Fuente: Fundación Española del Corazón