¿Hay diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a la prevalencia, el diagnóstico y el tratamiento de la fibrilación auricular? Según la doctora Ana María Peset Cubero, cardióloga del Consorcio Hospitalario Provincial de Castellón, la respuesta es que sí, aunque con matices. De ello habló junto al doctor Juan José Gómez Doblas, cardiólogo del Hospital Universitario Virgen de la Victoria, de Málaga, en el VIII Foro de Salud Cardiovascular para Pacientes y Familiares celebrado el pasado 17 de noviembre, en el que también intervino Mª Victoria Martín Palma, paciente experto y presidenta de la Asociación de Pacientes Anticoagulados y Coronarios de Málaga.
En el encuentro, la doctora Peset Cubero recordó que la enfermedad cardiovascular sigue siendo la primera causa de mortalidad, y anualmente mueren más mujeres que hombres debido a ella. Para combatir esta realidad y reducir las cifras de mortalidad resulta fundamental controlar factores de riesgo como el tabaquismo, niveles de colesterol elevado, diabetes, hipertensión, obesidad, sedentarismo y polución, ya que todos ellos acumulan riesgo cardiovascular. Pero además, diagnosticar y tratar la fibrilación auricular, que es la arritmia más común en la población, también puede ayudar a reducir la mortalidad por causa cardiovascular.
La realidad es que la fibrilación auricular es muy frecuente, tanto que a lo largo de la vida uno de cada tres individuos va a padecer este tipo de arritmia. Y aunque en el hombre se suele presentar antes, la prevalencia se va a igualar al llegar a mayor edad. Un electrocardiograma puede dar la voz de alarma. “Se trata de un ritmo que es irregular y la causa viene de las aurículas. Este caos que se forma en la contracción auricular facilita la formación de trombos, y esos trombos se pueden desprender y producir embolias. Por eso es muy importante, al diagnosticar este tipo de arritmia, controlar el riesgo tromboembólico pautando la anticoagulación”, recordó la doctora Peset Cubero añadiendo que la embolia, cuando llega a la circulación cerebral, va a producir un ictus, mientras que si el émbolo llega a la circulación coronaria producirá un infarto y si llega a la circulación de las extremidades, una isquemia arterial.
La anticoagulación se utiliza precisamente para prevenir las trombosis y las embolias, y en la actualidad contamos con tres tipos de tratamientos: las heparinas, que son inyectables, y se utilizan de una forma transicional; los anticoagulantes antivitamina K, como Sintrom o Warfarina, en los que es imprescindible seguir controles periódicos y ver el grado de anticoagulación, que se mide mediante la determinación del INR, que debe estar en un rango entre 2 y 3; y los anticoagulantes de acción directa, en los que no es necesario hacer controles periódicos porque tienen una acción rápida y no interaccionan con alimentos ni con la mayoría de los medicamentos. “Los tres tipos de medicamentos nos van a producir riesgo de hemorragia, pero la reducción de trombosis siempre supera al riesgo hemorrágico”, señaló la cardióloga del Consorcio Hospitalario Provincial de Castellón recordando que hay un millón de pacientes anticoagulados en España.
Diferencias entre hombres y mujeres
¿Qué diferencia a hombres y mujeres en todo este escenario? Para empezar, las mujeres tienen más riesgo de ictus isquémico, algo en lo que pueden influir varios factores, como los hormonales, las adherencias o la presentación de síntomas. “El debate siempre ha estado y se cree que el sexo femenino es un factor modificador del riesgo de ictus dependiendo sobre todo de la edad, más que un factor de riesgo en sí”, explicó la doctora Peset Cubero añadiendo que, además, las mujeres suelen tener más sintomatología y el síntoma de palpitaciones está peor controlado. “Las mujeres tenemos características como el ciclo menstrual, la utilización de anticonceptivos, el periodo de embarazo y lactancia, la utilización de terapia hormonal en la menopausia… Todo eso influye en el sistema de coagulación, y hay un riesgo trombótico dinámico, que va cambiando”, indicó.
De ahí que el buen control de la anticoagulación en la mujer sea un factor esencial para su salud cardiovascular. En especial porque, como recordó Mª Victoria Martín Palma, paciente experto y presidenta de la Asociación de Pacientes Anticoagulados y Coronarios de Málaga, en las mujeres hay una mayor inestabilidad, con más subidas y bajadas del INR. Sin embargo, con el control adecuado su riesgo se reduce drásticamente. «Se puede llevar una vida completamente normal siendo paciente anticoagulado, solo hay que tener responsabilidad para seguir el tratamiento y formación para saber cómo actuar», aseguró.
La realidad es que la fibrilación auricular es muy frecuente, tanto que a lo largo de la vida uno de cada tres individuos va a padecer este tipo de arritmia. Y aunque en el hombre se suele presentar antes, la prevalencia se va a igualar al llegar a mayor edad. Un electrocardiograma puede dar la voz de alarma. “Se trata de un ritmo que es irregular y la causa viene de las aurículas. Este caos que se forma en la contracción auricular facilita la formación de trombos, y esos trombos se pueden desprender y producir embolias. Por eso es muy importante, al diagnosticar este tipo de arritmia, controlar el riesgo tromboembólico pautando la anticoagulación”, recordó la doctora Peset Cubero añadiendo que la embolia, cuando llega a la circulación cerebral, va a producir un ictus, mientras que si el émbolo llega a la circulación coronaria producirá un infarto y si llega a la circulación de las extremidades, una isquemia arterial.
La anticoagulación se utiliza precisamente para prevenir las trombosis y las embolias, y en la actualidad contamos con tres tipos de tratamientos: las heparinas, que son inyectables, y se utilizan de una forma transicional; los anticoagulantes antivitamina K, como Sintrom o Warfarina, en los que es imprescindible seguir controles periódicos y ver el grado de anticoagulación, que se mide mediante la determinación del INR, que debe estar en un rango entre 2 y 3; y los anticoagulantes de acción directa, en los que no es necesario hacer controles periódicos porque tienen una acción rápida y no interaccionan con alimentos ni con la mayoría de los medicamentos. “Los tres tipos de medicamentos nos van a producir riesgo de hemorragia, pero la reducción de trombosis siempre supera al riesgo hemorrágico”, señaló la cardióloga del Consorcio Hospitalario Provincial de Castellón recordando que hay un millón de pacientes anticoagulados en España.
Diferencias entre hombres y mujeres
¿Qué diferencia a hombres y mujeres en todo este escenario? Para empezar, las mujeres tienen más riesgo de ictus isquémico, algo en lo que pueden influir varios factores, como los hormonales, las adherencias o la presentación de síntomas. “El debate siempre ha estado y se cree que el sexo femenino es un factor modificador del riesgo de ictus dependiendo sobre todo de la edad, más que un factor de riesgo en sí”, explicó la doctora Peset Cubero añadiendo que, además, las mujeres suelen tener más sintomatología y el síntoma de palpitaciones está peor controlado. “Las mujeres tenemos características como el ciclo menstrual, la utilización de anticonceptivos, el periodo de embarazo y lactancia, la utilización de terapia hormonal en la menopausia… Todo eso influye en el sistema de coagulación, y hay un riesgo trombótico dinámico, que va cambiando”, indicó.
De ahí que el buen control de la anticoagulación en la mujer sea un factor esencial para su salud cardiovascular. En especial porque, como recordó Mª Victoria Martín Palma, paciente experto y presidenta de la Asociación de Pacientes Anticoagulados y Coronarios de Málaga, en las mujeres hay una mayor inestabilidad, con más subidas y bajadas del INR. Sin embargo, con el control adecuado su riesgo se reduce drásticamente. «Se puede llevar una vida completamente normal siendo paciente anticoagulado, solo hay que tener responsabilidad para seguir el tratamiento y formación para saber cómo actuar», aseguró.
Fuente: Fundación Española del Corazón