Al producirse un ataque cardíaco, el infarto reduce la capacidad que tienen los ventrículos para bombear la sangre en un solo latido. Al disminuir el aporte sanguíneo, el tejido cardíaco se queda sin oxígeno y muere. Esas zonas necrosadas provocan un fallo cardíaco, porque la capacidad de bombeo se reduce. Si bien se forman otras células en el corazón, éstas pierden su función.
Hasta ahora, las opciones terapéuticas para estos pacientes incluían el trasplante y otros métodos quirúrgicos agresivos.
Sin embargo, un equipo de la Universidad de Harvard, en colaboración con la Universidad de Louisville, ha realizado una investigación con 23 pacientes con insuficiencia cardíaca severa que habían sido sometidos a cirugía de revascularización coronaria.
En modelos animales las células madre cardiacas han demostrado capacidad para mejorar la insuficiencia cardiaca, pero hasta ahora no se habían probado en seres humanos.
El investigador italiano Piero Anversa se planteó la siguiente hipótesis, que le serviría de punto de partida para su investigación: “si nuestro cerebro es un órgano plástico capaz de producir nuevas neuronas, ¿por qué no podría suceder lo mismo con el corazón?”. Esta idea inicial le llevó a demostrar que nuestra bomba cardíaca era capaz de regenerarse ella sola, incluso a edades avanzadas. Este hecho demostraría que después de un infarto, las zonas muertas del corazón podrían volver a la vida.
La técnica
Para poder realizar la investigación los pacientes tuvieron que pasar primero por una biopsia de corazón, y después por un cateterismo, una técnica no exenta de riesgo. En la biopsia se extirpaba parte del tejido del corazón para después aislar y ampliar en el laboratorio las células madre reparadoras. Con el cateterismo posterior, por la arteria se introducía un catéter para llegar hasta el corazón y depositar las células.
Un total de 16 recibieron células madre cardiacas, mientras que los otros siete (grupo control) recibieron el tratamiento estándar. Los pacientes recibieron una infusión de 1 millón de células madre cardiacas durante un periodo medio de 4 meses después de la cirugía coronaria.
Resultados
Los resultados mostraron que en 14 pacientes tratados con esta procedimiento, se observó un aumento de la fracción de eyección ventricular de un 30,3% antes de la infusión de células a un 38,5% a los 4 meses después de la infusión (la capacidad del corazón para bombear sangre mejoró). Las cicatrices típicas de las zonas muertas del infarto también habían mejorado. En cambio, los siete enfermos que solo fueron operados no notaron mejoría.
Los investigadores subrayan que los efectos positivos de la infusión de células madre cardiacas fueron aún más pronunciadas al año en ocho de los pacientes tratados, en el que la fracción de eyección ventricular izquierda aumentó en un 12,3% (de 30,2% antes de la infusión a 42,5% en 1 año). En los siete pacientes tratados en los que se practicó una resonancia magnética, el tamaño del tejido muerto (infarto) se redujo en 24% a los 4 meses y en 30% al año.
Conclusiones con prudencia
De momento, solamente se puede afirmar que se trata de una terapia prometedora ya que se ha realizado con muy pocos pacientes y no se trata de una intervención sencilla para extenderla a la mayoría de los pacientes infartados. Además de utilizar células cardíacas, otros investigadores han empleado células de la grasa y de la médula ósea para reparar corazones infartados. Sin embargo, aunque los resultados se observaron con pruebas de imagen, no se puede descartar que la mejoría fuera debida a efectos indirectos como el hecho de que las células “durmientes” se despertaran y ayudaran en la reparación.
Cirugía de regeneración cardíaca en España
Recientemente, la Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra ha realizado la primera cirugía de regeneración cardíaca, mediante la implantación en el corazón de células madre de músculo del propio paciente. La técnica, denominada cardiomioplastia celular, consiste en el cultivo de células madre obtenidas a partir de una biopsia de músculo del paciente (no del corazón como en la investigación de la Universidad de Harvard) y que una vez implantadas en el músculo cardíaco, consiguen reparar y rehabilitar la región muerta como consecuencia del infarto. En el proceso han intervenido más de 30 especialistas y se ha aplicado la técnica a un varón de 70 años que había sufrido varios infartos agudos de miocardio. Según los responsables de la intervención la evolución del paciente ha sido muy favorable.
El proceso de regeneración de la Clínica de Navarra se inició con una biopsia de 3 cm cúbicos del músculo vasto externo de la extremidad inferior derecha. Después de un proceso de selección y purificación, se procedió al cultivo de las células madre obtenidas del músculo durante tres semanas, hasta obtenerse más de 200 millones de células, que se inyectaron en la cara inferior del ventrículo izquierdo.
La Clínica Universitaria de Navarra ha incorporado diversas modificaciones de la técnica de cultivo. Ha sido el primer caso del mundo en utilizar un medio de cultivo propio del paciente para evitar cualquier posibilidad de contaminación o transmisión de enfermedades. Por otro lado, han desarrollado un sistema de selección de células de estirpe muscular con el que se consigue una mayor pureza.
La cardiomioplastia celular está indicada en pacientes con historia de infarto agudo de miocardio que ha dejado como secuela una cicatriz sin músculo viable. Si es posible, se asocia revascularización coronaria por vía percutánea o bypass aortocoronario. Así, al beneficio obtenido por la revascularización se asocia la regeneración y rehabilitación de las zonas inactivadas del músculo cardíaco (consecuencia del infarto agudo de miocardio).
En la actualidad, la investigación clínica de la Clínica Universitaria se centra en coordinar la participación en el ensayo de cardiomioplastia celular en otros centros hospitalarios de España. Asimismo se están desarrollando nuevos protocolos de utilización de células madre obtenidas de médula ósea para su posible aplicación en terapia regenerativa cardíaca.
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Fuente: ABC, Universidad de Navarra