Muchos pacientes, asegura, tienen miedo de volver a reanudar a su vida, por ello temen algunos aspectos de ésta como son sus relaciones sexuales. «La ausencia de actividad sexual en la pareja tras un infarto de miocardio puede ser consecuencia del miedo a la muerte durante el coito», apuntaba este especialista en el encuentro ‘Sexualidad después del infarto’, celebrado en la Sala Badebarrieta. Sin embargo, y según un estudio sobre 5.559 casos de muerte repentina por causas no traumáticas, sólo 34 de ellos eran por motivos cardiológicos y se produjeron durante el coito. Además, aclara que «en 27 de esas 34 relaciones, la persona fallecida estaba realizando el acto sexual con una pareja distinta de la habitual«. Por ello, insiste: «Hay que perder el miedo».
En la misma línea se mantiene, Enrique Galve, presidente de la sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), quien afirma que «después de dejar pasar un periodo razonable, la actividad sexual puede retomarse con normalidad».
Además, asegura que los infartos han cambiado mucho, ya que actualmente se reduce mucho su extensión gracias a las nuevas técnicas y tratamientos que existen. En aproximadamente dos semanas la persona puede volver a reanudar su vida. «Las relaciones sexuales implican un esfuerzo, por tanto si la persona puede salir a la calle y caminar, puede hacer sexo igualmente». Por tanto, subraya que «solamente están prohibidas cuando la enfermedad está latente».
No debemos olvidar, remarca el doctor, que todo debe hacerse con regularidad y normalidad dentro de la edad del sujeto. «Los infartos son más frecuentes en hombres de edades comprendidas entre 60 y 70 años», afirma.
Disfunciones sexuales
La prueba de esfuerzo que se realiza al enfermo cardiaco tras sufrir un infarto, explica Novales, es una buena fórmula para medir el estado de su corazón, ya que el desgaste energético que ésta requiere es superior al de la práctica sexual.
Cabe destacar también que durante los primeros días, los pacientesno tienen mucho apetito sexual y es frecuente que presenten impotencia y frigidez. Éstos pueden estar motivados por el tipo de tratamiento farmacológico o bien por la carga psicológica que conlleve la enfermedad.
Las disfunciones en la vida sexual de los pacientes coronarios, destaca el especialista, suelen tener tres orígenes diferenciados pero relacionados entre sí. Primero está el propio proceso orgánico de la arteriosclerosis y los factores de riesgo que la desencadenan o contribuyen a su empeoramiento (diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia…); por otra están los factores psicológicos, y finalmente, algunos fármacos que pueden alterar la función sexual. «La disfunción eréctil y otros trastornos sexuales físicos no son consecuencia de la pérdida de interés en el sexo, aunque sí pueden estar directamente relacionados. La existencia de una enfermedad de este tipo puede ser una causa psicológica que nos lleve a limitar o, incluso, a renunciar a nuestra vida sexual», asegura.
Por otro lado, y con respecto a la medicación, el experto indica que ésta no tiene por qué condicionar la práctica sexual. «Si le han recetado nitroglicerina en parche, no se lo retire durante el coito, colóquelo en lugares que no le molesten». Eso sí, «no son aconsejables los medicamentos tipo Viagra, es decir, aquellos inhibidores de fosfodiesferasas», añade por su parte el doctor Galve. En cualquier caso y siempre dependiendo de la gravedad del mismo y de la individualidad de cada persona, es necesario, insiste, consultar siempre con su médico.
En definitiva, si existe algún temor a volver a reanudar las relaciones sexuales, es imprescindible, aseguran los expertos, además de hablarlo con su médico, hacerlo también con su pareja. «Se debe tener en estos casos una actitud activa no sólo por parte del paciente sino también de la persona que está a su lado y comentar con sinceridad todos los miedos», aconseja Novales. Esto es, abordar juntos la situación e intentar comprender todas las inseguridades, y si es necesario, «acudir a un especialista».
Fuente: EL MUNDO