Un estudio recientemente publicado en las prestigiosas revistas The New England Journal of Medicine (NEJM) y The Lancet y liderado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) marca un giro decisivo en la estrategia médica tras un infarto de miocardio. El ensayo, llamado REBOOT (Treatment with Beta-Blockers after Myocardial Infarction without Reduced Ejection Fraction), demuestra que los betabloqueantes, un fármaco habitual en el tratamiento postinfarto, podrían no ser necesarios en cierto grupo de pacientes.

Desde hace muchos años, aquellos pacientes que presentan infarto de miocardio se trataban con fármacos, entre ellos, los betabloqueantes, que se utilizaban para el alta hospitalaria. Estos se recetaban porque protegen al corazón al reducir el consumo de oxígeno, de tal manera que previene arritmias y disminuye la carga de trabajo del corazón. Sobre esto, se construyó el ensayo REBOOT.

Este ensayo incluyó 8505 pacientes de 109 hospitales en España e Italia. Todos ellos habían sufrido un infarto de miocardio no complicado, es decir, con función contráctil del corazón conservada.

Los pacientes fueron asignados aleatoriamente a dos grupos: uno que continuó con betabloqueantes tras el alta hospitalaria, y otro que no los recibió (pero sí el tratamiento estándar actual). Se les hizo un seguimiento promedio de casi 4 años.

Los principales resultados obtenidos fueron que, no hubo diferencias significativas entre ambos grupos en la mortalidad, reinfarto o ingreso por insuficiencia cardíaca. Y, en los pacientes cuya función cardíaca estaba moderadamente reducida sí se observó un posible beneficio de los betabloqueantes. Para aclarar ese punto se hizo además un análisis con otros ensayos más pequeños, que confirmó que en ese subgrupo los betabloqueantes sí reducen el trabajo cardiaco.

Este hallazgo es de gran relevancia porque implica una revisión de una práctica médica vigente desde más de 40 años. Una posibilidad de simplificar el tratamiento, reduciendo el número de fármacos que el paciente debe tomar para disminuir los efectos secundarios (como fatiga, bradicardia, disfunción sexual) que los betabloqueantes pueden provocar. Y un ahorro de recursos sanitarios y mejora en la calidad de vida de los pacientes.

Gracias a este ensayo, las guías clínicas internacionales para el tratamiento tras infarto se actualizarán para reflejar que los betabloqueantes no son necesarios de forma universal tras un infarto. Además, los cardiólogos deberán valorar más detalladamente la función ventricular del paciente antes de decidir el tratamiento con betabloqueantes, y no usarlos de forma sistemática.

Pero debemos tener en cuenta que, aunque el ensayo fue grande, el subgrupo de pacientes con función moderadamente reducida era pequeño, lo que limita la fuerza de la conclusión para ese grupo. Y resaltar que el estudio se aplicó a infartos no complicados y con función cardíaca conservada; no a pacientes con infarto complicado.

Como siempre en medicina, la decisión individual debe tomarse en conjunto con el cardiólogo, valorando factores individuales del paciente (edad, otros tratamientos o comorbilidades).

https://www.cnic.es/es/noticias/nejm-lancet-ensayo-reboot-liderado-por-cnic-modifica-practica-medica-vigente-desde-hace-mas